Hay ocasiones en que debo estar en movimiento, no es que tenga o no tenga que estarlo...si no que debo.
Porque quedarse inmóvil llama, la gran parte de las veces, ese sentimiento de hastío.
Los echo de menos, cojo el coche y tiro millas, no los sustituye claro que no, pero me descubre otra yo.
La cámara de fotos va en el otro asiento, en el del copiloto; aunque en qué otro lugar iba a ir, si ella es la única que me acompaña...nos veo como a tres compañeros: el coche, yo y mi cámara.
A veces dejo mi coche a un lado, aparcado y le digo que volveré pronto, sólo un par de fotos y vuelvo; él asiente, qué otra cosa va a hacer.
Como veo que las fotos que hice no valen para nada, desanimada vuelvo al coche, casi corriendo...me sientro segura en mi asiento...no sé. Miro hacia atrás, hago otra foto más, pero es hora de seguir adelante, de no echarle culpa a la cámara que está sucia, que no me responde como yo quiero...no me engaño...soy yo la que no la maneja bien, pero eso es un secreto entre mi coche y yo.

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