A pesar de todo, seguía provocándome , como un perro demasiado estúpido para evitar a un puercoespín. Me mordía y se marchaba con la cara llena de púas. Y cada vez que nos separábamos, nos odiábamos un poco más el uno al otro.
EL NOMBRE DEL VIENTO. pág 424
Le chat noir
Hace 2 semanas
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